Plácido Domingo en el radar del #MeToo por acoso sexual

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Se ha dicho que Domingo no necesitaba del acoso, que las mujeres corrían tras él, lo cual es indudable, ya sea por atracción, fama o por obtener beneficios

Si algo no existe en relación a Plácido Domingo, es duda sobre su calidad vocal de excelencia y sus magníficas dotes musicales como intérprete extendidas en un prolongado espacio de tiempo que, a sus 78 años, ofrece testimonio de una inusual longevidad artística. Pero tampoco existió nunca duda sobre su condición de hombre galante, porque no es ningún secreto a voces su vocación por las féminas. Lo cual no está mal si ese gusto es contemplativo y discreto o bien, como ha establecido él mismo ahora en relación al escándalo que acaba de estallar, si progresa y se transforma en un acto mutuo hombre-mujer (o en hombre-hombre, mujer-mujer o en cualesquiera de sus variantes) siempre y cuando sea consensuado. Siendo así, no tendría por qué haber problemas, excepto con la esposa de Domingo, con la cual ha estado casado por más de cincuenta años; a menos que ella también haya aceptado ese tipo de consenso erótico extramarital.

Después de la caída de James Levine, poderoso director por varios decenios de la Metropolitan Opera House –suspendido a fines de 2017 y cesado en marzo de 2018 por la acusación de abuso sexual de hombres cuando estos fueron adolescentes-, en Nueva York no pocos apostaban por el pronto derrumbe de otro señor poderoso de la prestigiada casa de ópera, el tenor español Plácido Domingo; era cuestión de poco tiempo. Y el escándalo ha sido detonado. Un amplio reportaje de Associated Press (AP) –“Women accuse opera legend Domingo of sexual harassment”, de Jocelyn Gecker; 13-08-19-, presenta el testimonio de ocho cantantes mujeres y una bailarina que comprometen al músico en un tiempo en que las perspectivas han cambiado y en que las nuevas consideraciones éticas públicas pueden llegar a condicionar la vida privada de las personas de y con poder porque, a la vez, desde su posición de dominio pueden afectar vidas y profesiones.

AP presenta no sólo el testimonio de las 9 acusadoras, una de ellas dando nombre y rostro, Patricia Wulf (“¿Voy a ser el blanco o no?”; “¿Cómo le dices no a dios?”; “¿Tienes que irte a casa esta noche?”; “Estaba helada del terror”; “¿No entiende el riesgo en que me pone?”; “Seguía llamando y dejando mensajes; me asusté”; “Fue la muerte del héroe”), afirma tener el de otra media docena de cantantes afectadas por similares aproximaciones del tenor y aunque ninguna presentó documentación, el medio cotejó sus dichos entrevistando a colegas y amigos de las presuntas víctimas, y verificando los datos de cuando ellas interactuaron artísticamente o no con el tenor. Por otra parte, establece haber hablado con casi tres docenas más de cantantes, bailarinas, músicos de orquesta, miembros del staff, maestros de canto y un administrador, que dijeron haber sido “testigos del comportamiento sexualmente teñido, inapropiado, de Domingo, y que persiguió a las mujeres más jóvenes con impunidad”.

La reacción del tenor ante la irrupción de la noticia fue razonada y razonable; prudente:

“Las acusaciones de estas personas no identificadas que datan de hasta treinta años, son profundamente preocupantes y, como se presentan, inexactas.

“Aun así, es doloroso escuchar que pude haber molestado a alguien o haberlas hecho sentir incómodas, sin importar cuánto tiempo atrás y a pesar de mis mejores intenciones. Creía que todas mis interacciones y relaciones siempre eran bienvenidas y consensuadas. Las personas que me conocen o que han trabajado conmigo saben que no soy alguien que intencionalmente dañaría, ofendería o avergonzaría a nadie.

“Sin embargo, reconozco que las reglas y estándares por los cuales somos y debemos ser medidos hoy son muy diferentes de lo que eran en el pasado. Tengo la suerte y el privilegio de haber tenido una carrera de más de 50 años en la ópera y me mantendré en los más altos estándares”.

Contrario a lo que ha sucedido en México, donde las denuncias de acoso sexual han sido ruidosas, violentas, sin mucho fondo de investigación y que han llevado aun al suicidio a alguien como Armando Vega Gil, el trabajo de Gecker, de AP, es profuso y ha tenido ya consecuencias profesionales, tanto en contra como a favor del cantante (otro suicidio se dio después del cese, por supuesto acoso sexual y abuso de poder, de Benny Fredriksson, director del Teatro de la Ciudad de Estocolmo; su esposa, la mezzosoprano sueca Anne Sofie von Otter, responsabiliza y habla ahora contra el movimiento #MeToo). La Orquesta de Filadelfia y la Ópera de San Francisco han cancelado sus presentaciones y la Ópera de Los Ángeles, donde Domingo ha sido cantante principal y director general, ha dicho que investigará el caso con asesores externos: “Domingo ha sido una dinámica fuerza creativa en la vida de LA Opera. No obstante, estamos comprometidos a hacer todo lo que podamos para favorecer un entorno donde todos se sientan cómodos, valorados y respetados” (El Universal; 13-08-19).

Por otro lado, la Metropolitan Opera House no ha cancelado las próximas actuaciones del tenor pero ha dicho que seguirá con atención las investigaciones de LA Opera, lo mismo que Royal Opera House. La Ópera de Viena mantiene la programación y respalda a Domingo, lo mismo que el Festival de Salzburgo. En España la crítica ha sido mayor a nivel mediático, aunque los teatros han guardado silencio o esperan un avance en las investigaciones. Un número considerable de cantantes españoles y latinoamericanos han dado su respaldo y testimonio favorable a Domingo.

Un ingenuo periodista español ha establecido que la nota ha sido una sorpresa porque el mundo no pensaría que, en el entorno artístico y culto de la música clásica y la ópera, pudieran darse este tipo de problemáticas. En realidad, estamos lejos de un asunto meramente artístico, se trata de un fenómeno de poder que se da en todos los ámbitos de la vida institucional pública y privada. El punto crítico es conocer cómo desde una posición de poder se afecta negativa o positivamente la vida y profesiones de terceros.

En tiempos pasados, la conducta del hombre galán, el macho, era incluso bien vista. O acaso las mujeres u hombres guardaban silencio para no verse afectados y porque en todo caso las instituciones no respondían ante la demanda del débil, del vulnerable. Si de algo tienen que servir estas experiencias es para exigir un cambio legal y ético en las instituciones. Que el poder institucional o individual no afecte impunemente, que las víctimas puedan demandar con pruebas. Que se establezcan mecanismos públicos y transparentes en los procesos de contratación. Esto tiene que llevar a la reflexión y el análisis de cómo se están desarrollando estos fenómenos en México, donde la sociedad está inmersa en un proceso de cambio hacia posibilidades con mayor democracia. Y esto tiene que pasar por todas las instituciones, incluyendo las culturales y artísticas. ¿Qué sucede y cómo en las orquestas, en las compañías de danza y ópera, en el teatro, en las secretarías de cultura, etcétera? Tiene que valorarse en este sentido el argumento de LA Opera para llevar a cabo sus investigaciones.

Se ha dicho que Domingo no necesitaba del acoso, que las mujeres corrían tras él, lo cual es indudable, ya sea por atracción, fama o por obtener beneficios. Pero, naturalmente, había otras que se habrían visto afectadas aun de por vida, tal como se establece en los testimonios. Tiene razón el tenor español, los tiempos y las maneras de juzgar han cambiado. Acaso estemos, como escribiera Friedrich Nietzsche en La genealogía de la moral, ante una transmutación de valores. De una bien vista convencionalidad dominada por el poder (machista o no), a una regida por valores éticos, institucionales y democráticos.

Por mi cuenta diré que en el año 2000 –como joven aspirante a cantante de ópera-, tuve la oportunidad de compartir el escenario del Teatro del Palacio de Bellas Artes con Plácido Domingo como parte de un programa, Gala Latina IV, de la Sociedad Internacional de Valores de Arte Mexicano (SIVAM). Mi recuerdo es totalmente positivo y empático. Por ejemplo, antes de que yo lo saludara a él, Domingo se aproximó a saludarme. Y después del concierto, a despedirse de una manera sorpresivamente amable y afable (“te espero en Washington”, me dijo, ignorando yo en ese momento que acababa de ser nombrado director de la Opera de dicha ciudad). Aquí está un fragmento de esa ocasión:

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