El examen físico al que se sometió el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el pasado mes de febrero de 2019, reveló que el mandatario pesaba 110 kilos, cuatro kilos más que el año anterior. Sin embargo en general su salud es “muy buena”.
La cosa es que es bien sabido por la prensa que a Trump le gusta bastante la comida rápida e incluso lo hemos visto en varias ocasiones disparando las hamburguesas a sus invitados en la Casa Blanca.
Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Pensilvania reveló recientemente que la preferencia del presidente por la comida rápida influye en la percepción que el público tiene de la misma y propiciaría que la prefirieran por sobre comida más saludable.
La autora de la investigación, profesora Jessica Myrick, explicó que las personas que prestan más atención a la cobertura de los medios sobre la dieta de Trump tienen la tendencia de ver la comida rápida como una opción socialmente aceptable y son propensos a ingerirla en un futuro cercano.
¿Eso qué significa? Mala alimentación, obesidad y muchísimas enfermedades relacionadas.
“Estos datos sugieren que podría haber daños a la salud pública al alentar a muchos estadounidenses a comer comida rápida“, dijo Myrick.
¿Cómo se hizo el estudio?
Fueron entrevistados más de mil estadounidenses en una encuesta representativa a nivel nacional. El objetivo era comparar la atención que los encuestados le prestan a los medios sobre la dieta de Trump y las actitudes que presentan ante la comida rápida: su aceptabilidad y la propabilidad de que la ingirieran pronto.
Lo anterior demostró que cuando se informa sobre las dietas poco saludables de las principales figuras políticas o públicas afecta las elecciones dietéticas de los consumidores de estas noticias. A la larga afectaría a la salud del público en general.
