“El Tío”, el peligroso ex líder del Cártel de Juárez vinculado a 900 asesinatos, fue capturado en Cuernavaca.

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Luis Gerardo alias “El Tío”, presunto autor intelectual de la masacre de 15 estudiantes en una fiesta en la colonia Villa de Salvárcar, en 2010, fue detenido por elementos del Ejército la madrugada de este sábado.

“El Tío o El Narizón” fue ubicado en Cuernavaca, Morelos. Lo señalan como líder de la pandilla de Los Aztecas, antiguo brazo armado del Nuevo Cártel de Juárez. Se le adjudican alrededor de 900 asesinatos, entre ellos el de los empleados del consulado estadounidense, Leslie Ann Enríquez Catton, y su esposo, Arthur Redfels, en marzo de 2010.

En 2017, cuando Los Aztecas se independizaron, “El Tío” encabezó el grupo criminal La Empresa, mismo que distribuía y traficaba drogas como fentanilo, metanfetamina, y heroína hacia Estados Unidos.

De 2010 a la fecha han sido capturados 34 integrantes de Los Aztecas buscados por diversos crímenes.

A Luis Gerardo también se le acusa de ordenar ataques en contra de cinco centros de rehabilitación en Ciudad Juárez, Chihuahua y el asesinato de mujeres y niños, la mayoría en la frontera entre México y Estados Unidos.

En 2010, al menos 15 estudiantes de entre 15 y 19 años fueron asesinados cuando un grupo de sicarios llegó a la calle Villas del Portal, donde los jóvenes celebraran una fiesta de cumpleaños y los ametrallaron sin contemplaciones.La masacre de Villa de Salvárcar, donde murieron 15 estudiantes (Foto: Archivo)La masacre de Villa de Salvárcar, donde murieron 15 estudiantes (Foto: Archivo)

Las autoridades mexicanas, encabezadas entonces por Felipe Calderón, difundieron la sospecha de que todo se debía a un ajuste de cuentas entre cárteles de la droga.

Los gobernantes llegaron a presentar ante la prensa a un tipo que, de espaldas, declaró que los jóvenes fueron acribillados porque pertenecían a una pandilla a sueldo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, en aquel entonces máximo jefe del Cártel de Sinaloa.

Siete años después, el domicilio de la masacre fue demolido con maquinaria pesada, para iniciar el proyecto de un oratorio, como parte del memorial a las víctimas.

Los padres fueron testigos de la demolición de la vivienda, pero antes recorrieron por última vez cada espacio y rezaron por sus hijos. La demanda de los padres de tirar la residencia era para tratar de resarcir la herida de haber perdido a sus seres queridos.

En el sitio se colocó una placa con el nombre de las víctimas. Al final del oratorio de puso un altar con un muro y una cruz hueca, iluminada en sus totalidad.

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