Joven Narra Cómo Fue Secuestrado y Obligado a Combatir para el Crimen Organizado

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Fernando que asegura fue privado de la libertad cerca de donde vivía, señala que la mayoría de jóvenes no huyen de las organizaciones delictivas por miedo a que los maten.

Fernando tiene 22 años y dice que cuando tenía 19 fue secuestrado en el Estado de México, donde vivía, para ser obligado luchar con el grupo del crimen organizado La Familia Michoacana en Guerrero contra sus adversarios, Los Tlacos.

El hombre recuerda que le ayudaba a su papá a sembrar aguacates, pero señala que una vez que fue por resina fue privado de la libertad.

De acuerdo con su testimonio luego de haber escapado de sus presuntos captores, aún no puede olvidar su primer enfrentamiento cuando disparó contra alguien por primera ocasión.

Yo estuve en una emboscada donde nos tiraron (…) yo miré el arma, era una R15 me acuerdo, le subí el tiro, le jalé. Sientes que le pegas a algo, aunque no lo veas pero tú lo sientes

También refiere que en su grupo había decenas de jóvenes e incluso adolescentes de 15 o hasta 14 años, así como que lloraba por no querer seguir participando en los enfrentamientos, en los que dice estuvo durante casi tres años y vio morir menores de ambos bandos.

Señala que los jóvenes obligados a ser reclutas del crimen organizado no huyen por miedo a que los mataran cortándoles la cabeza, en tanto que es imposible pedir ayuda a los militares porque pueden estar coludidos con los delincuentes.

Escape del crimen organizado

En marzo pasado, durante un enfrentamiento en El Porvenir, municipio de Tecpan, bombardeado con drones por La Familia MichoacanaFernando se perdió y cuenta que pasó una semana sin comer hasta que encontró a un campesino que lo llevó al pueblo de Santa Rosa de Lima. 

Y aunque los pobladores exigían entregarlo a las autoridades, él les dijo que temía que lo mataran, por lo decidieron dárselo a sus familiares, pero Fernando no ha querido abandonar la zona por miedo a ser recapturado.

Por ahora se recupera de su adicción a la cocaína, ayuda en un huerto y ha vuelto a sembrar fruta como cuando era niño. 

“Me han dejado trabajar aquí, siempre me han gustado las plantas, los árboles grandes, que den fruto. Se podría decir que, ¿a dónde podré ir?, no tengo ningún lugar donde pueda ir”

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